martes, 21 de diciembre de 2010

Tengo una fantasía recurrente en la que me lavas el pelo, como Robert Redford a Meryl Streep en Memorias de África.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Normalmente, estar cegata no suele ser una ventaja. Tienes que llevar gafas, te das contra las cosas, no reconoces a la gente cuando pasa a tu lado...
Pero ¿recuerdas cuando eras niño y percibías el mundo únicamente desde tu peculiar perspectiva? Yo nunca quería irme a dormir, no fuera a perderme algo. Y cuando jugaba al escondite, creía que si yo no veía a quien se la ligaba, él no podía verme a mí.
Pues, a veces, algo parecido ocurre cuando no ves bien. Puedes esconderte del mundo cuando quieras, sin necesidad de cerrar los ojos. Los objetos, los paisajes, las personas pueden ser mucho más bellos cuando están borrosos. La imaginación juega mucho más cuando la vista falla. Y es mucho más difícil percibir los pequeños fallos, las imperfecciones de la propia piel.
Por eso, cuando algún amigo me habla de su recientemente recuperado y maravilloso sentido de la vista, nunca me convence, porque habrá recobrado la nitidez, pero ha perdido para siempre el velado e infantil mundo que sólo se descubre a tientas.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mis ojos cambian de color.
Normalmente visten un color pardo, otoñal, el ocre que tiñe los troncos de los árboles.
Pero cuando el agua salada los roza, cuando lloran -a veces basta sólo con que miren al mar- se tornan del color de un brote tierno de nogal, de la sabrosa aceituna, del ficticio verde de la laurisilva.
Me pregunto si se transformarán también al mirarte.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Un día de estos voy a tener que desnudar algo más que historia, pensamientos y emociones.
¿Una imagen vale más que mil palabras?
El día menos pensado voy a desnudar mi cuerpo. Y ese será el día más sincero de toda mi vida.
Puede que abandone antes,
puede que no.
Todo mi cuerpo soy yo: los surcos de mis pantorrillas, el lunar en forma de corazón bajo la clavícula, la piel como de elefante de mis talones, el incontable número de líneas que surcan las palmas de mis manos...
También lo amo y lo detesto a partes iguales, como a todo lo demás.
Pero quizás si lo descubro, si tú lo miras, entenderás algo más. O haré acopio de una pizca de valentía.
Da igual: tanto si entiendes, como si yo llego a ser capaz de mirarlo con compasión y deseo, lograré fundirme con mi carne. Recomponerme. Alcanzar la unidad.

jueves, 21 de octubre de 2010

Acabo de caer en la cuenta de que nos hago un flaco favor creyendo en mi demérito tanto como en tu excelencia.

viernes, 15 de octubre de 2010

defectuosa
aterida
orgullosa
ignorante
solitaria
obsesiva
imposible
cotidiana
adormecida
salvaje
necesitada
arisca
conformista
indecisa
perdida
amante

HARTA

condenada a toparme
-cada día-
contra el cristal de la pecera,
tomo la decisión
-a falta de consejeros-
de suspender
-indefinidamente-
mi lucidez

martes, 5 de octubre de 2010

Creo que hace tanto que no escribo porque estoy abrumada.
Influye un poco el hecho de que ya no viajo a diario en autobús: eran mis momentos de introspección, los minutos dedicados a sentirme.
Pero, básicamente, cuanto más intento conocerme, cuanto más intento aprender a ser feliz, más me siento sobrepasada por lo que queda por delante. Y no hay camino.
Si tengo pánico a mi pasado, está claro que perderé la partida antes de empezar a jugar. Pero no puedo negarlo: todavía tengo mucho que llorar, hay muchas heridas cerradas en falso.
Y no puedo abandonarme al miedo a cada paso, por mucho que tema descubrir qué hay tras la bruma, por más que me tiemble el corazón cuando intuye la posibilidad de quedarse solo, o su capacidad de abandonar, de herir.
Ayudaría saber qué partes de mi son mías y cuáles prestadas, construidas a la fuerza durante años. ¿Queda algo en mi de aquella niña a quien miro con temor y desprecio a partes iguales? ¿Conservo algo de su fuerza, de su desprecio por la compasión, de su dolor, de su incapacidad para ser social? ¿Podré soportar descubrirlo?
No sé si aprenderé algún día a lidiar con el espacio que él ocupa en mis días y en mi corazón. No sé si conseguiré encontrar otro bálsamo para el miedo que no sea el vacío, otro conjuro para el dolor que no sea el deseo.

lunes, 23 de agosto de 2010

Hay un periodo de luto obligatorio siempre que algo acaba. Incluso cuando se termina de leer un libro, el alma necesita un tiempo para despedirse de esa historia que, de alguna manera, ha muerto. Y esa necesidad involuntaria se hace más perentoria cuanto más hueco ha ocupado en nuestro corazón lo que sea que ha concluido.

martes, 17 de agosto de 2010

Que escribo las odas más hermosas
para quemarlas.
Que declamo su belleza al universo
para que nadie entienda mis palabras.
Que cuanto más busco quién soy
más importa lo que veo afuera.
Que sé con certeza el valor exacto
de todo lo que poseo.
Que pierdo a menudo,
y fracaso una y otra vez,
pero nunca descuido
lo poco realmente importante que pasa por mí.
Que hace años que escribo un único poema
que no concluiré, probablemente, hasta que muera.

martes, 27 de julio de 2010

Miradme,
he dado un paso.

Y ahora mis manos están vacías.

Mis pies, suspendidos en el aire,
se sitúan en el centro exacto de un salto suicida
hacia dentro.

Mis ojos evitan el vértigo
de mirar hacia abajo, adelante o atrás.

Mi corazón, por su parte,
sólo quiere viajar lejos,
cruzar el mar:
mi lengua desea profundamente
saborear toda esa sal.

Y entre tanto,
cada uno de los poros de mi piel
despierta
al arrullo de los rayos del sol.

sábado, 17 de julio de 2010

Ordenando papeles me he encontrado una agenda del 2003 en la que a lo largo del tiempo he ido apuntando los cumpleaños de las personas presentes en mi vida. Me ha conmocionado un poco cuando he visto escrito abuelo en la pequeña casilla del 15 de agosto. Es el día de la Asunción de la Virgen y así se llamaba mi abuelo, Asunción, aunque inexplicablemente mi abuela le llamaba siempre Javier.
Me he acordado de la sensación de verano en el pueblo, todos los años de mi infancia. Y he recordado la celebración del cumpleaños de mi abuelo, invariable incluso cuando ya no pasaba los veranos en Yélamos de Arriba.
Un año, como muchos otros, aunque haya quedado más grabado en mi memoria, después de la misa una orquesta tocó en la plaza del pueblo. Yo estaba en esa edad en que la gente al mirarme se daba cuenta de que ya no era una niña. Y claro, me arreglé para la ocasión. Recuerdo que mi abuelo me miraba con orgullo. Aunque su mirada estuviera tamizada por el cariño, yo sé que veía a una mujer joven y hermosa, y eso era algo que mi abuelo siempre amó, la belleza.
Aquel día me sacó a bailar. Gracias a él domino el pasodoble y sé dejar que un hombre me lleve bailando. El truco es sencillo: sólo hay que confiar en él. Ese 15 de agosto me enseñó a bailar el tango. Su particular versión del tango.
Mi abuelo era un hombre de la tierra, atado a los ciclos de la siembra hasta cuando vivía en Madrid y vendía confección de señora en el Mercado de la Cebada, y quizás por ello, era un hombre cálido, elegante y divertido.
La última vez que bailé con mi abuelo fue en mi boda. Ya estaba muy enfermo, pero aun así, caminó de mi brazo hecho un pincel y sorprendió a todos con su alegría. Recuerdo que mientras bailábamos mi primer baile de casada se enfadó un poco. Para él la canción Noches de boda de Sabina no era un vals como dios manda. También sé bailar el vals gracias a él.
Le echo mucho de menos.

Estoy leyendo un libro precioso que comienza hablando de cómo se puede saber la edad de un árbol por sus anillos, la de un pez por sus escamas y la de una persona por las pérdidas que ha sufrido. La pérdida de mi abuelo es un gran anillo oscuro en mi interior, pero tengo su memoria tallada con fuerza en mi corazón, así que lo que no he perdido es su risa, sus bailes, su alegría, su amor. Lo conservo todo conmigo.

martes, 13 de julio de 2010

Es evidente que mi corazón, mi piel, mis entrañas... vamos, que toda yo estoy conectada a un botón de pause.
Lo que no sé es quién narices lo pulsa cuando menos falta hace.

sábado, 26 de junio de 2010

En ocasiones la vida desprende destellos de intensa belleza.
Lo que hace daño de ellos es el contraste, como cuando miras fijamente a la luz del sol y después vuelves la vista hacia la oscuridad.


Me producen mucha ternura las pequeñas motas que las lágrimas dejan en los cristales de mis gafas. Es la sal. Las echaba de menos.

viernes, 25 de junio de 2010

No tengo muy claro si poseo algún talento. A veces veo aflorar algo que podría considerarse así, pero me preocupa ver que aparece únicamente en la duermevela y en el dolor más profundo. Son los raros momentos en los que en mí no hay pudor ni raciocinio. Cuando las barreras caen, cuando el control cede.
Pero la cuestión no está realmente en el ingenio que pueda o no parir. Puedo vivir sin talento, incluso puede que consiga ser feliz sin él. Lo que no puedo hacer es vivir sin mí, y resulta que soy yo quien está tras las barreras, tras el pudor, tras las toneladas de juicios y planes, de trabas y frenos. Tengo tanto miedo de no gustarme ni a mí misma que me he enterrado bajo una torre de saber estar y moderación. Y no sé quién hay debajo, ni qué es capaz de hacer.

domingo, 13 de junio de 2010

Pero ahora estoy solo yo aquí
intentando acertar el camino y seguir
con mi sangre y mi voz,
con mi estúpida voz,
porque padre, no soy como usted,
y mi anhelo es llegar a ser
alguen que nació,
se puso a vivir,
consiguió ser amado y amar
en la tierra y morir.
"Penúltimo ahnelo"
Nacho Vegas

Siento envidia de tu modesta grandeza.
Y miro, no tu cara, la de él,
a través de sus versos,
en píxeles que actúan
de puente y de barrera.

He vuelto a escuchar
canciones que me hacen mal.
Canciones cuyos acordes abren
rápida y cruelmente
un hueco en mi pecho.

De nuevo
respirar es costoso.
Mis bronquios sólo piden humo.
Humo y palabras.

Otra vez
me pliego,
esquina a esquina,
ante pequeñeces,
silencios,
miradas que no se producen más que detrás de mis ojos.

Y en mis sueños ya no llueve agua, sino sangre.

Sí, madre, he visto tus manos ensangrentadas
mientras dormía.
Pero no he sentido miedo.
Lo que me invade es la espera.

Todo ha acabado, lo sabemos.
No quiero que te vayas, aunque ya te has ido.
Esa tú que eras,
que has sido para mí,
se está desangrando,
poco a poco,
dolorosamente,
en un sueño.
Pero todavía no sé qué serás después,
quién renacerá de los escombros de mis cimientos.

Y sí que tengo miedo, mucho.

Temo no ser capaz de sostenerme sin pilares,
sin apuntalarme a las antiguas ausencias,
sin atar las amarras buen fuerte,
hasta que hieran la carne,
a tu dolor.

Pero te espero, eso lo sé.
Te quiero y por eso te estoy esperando.

Mientras tanto,
procuro alisar poco a poco los dobleces,
infinitas arrugas en mis venas.

Y nunca seré como él, valiente.
Pero tampoco seré tan cobarde y rastrera
como la piedra que se esconde en cada zapato que calzo,
como quien me hirió irremediablemente.

No traspasaré,
a lo peor,
las fronteras de mis temores.
Pero conseguiré,
lo sé,
alzarme sobre mis ruinas,
sobre los despojos de lo que fuertemente me sostuvo
y me ató.

Y puede que un día
te tienda la mano
y en las tuyas ya no haya sangre
sino pan.

viernes, 21 de mayo de 2010

La ceguera refrigera las entrañas.
La lucidez abrasa la conciencia.
Por algo recomiendan no volar muy cerca del sol...

martes, 11 de mayo de 2010

En mi sueño espero sola, desvalida, en una fría esquina de una fría ciudad.
En mi sueño llueve y hace viento, y mi ropa es suave y grácil, como seda.
En mi sueño llevo el pelo suelto y el aire lo revuelve ante mi cara.
En mi sueño estoy llorando, y eso sí que nunca pasaría en la realidad.
Como en las peores películas y en las mejores novelas, en mi sueño te espero, y tú llegas tarde, pero apareces.
En mi sueño, tú me miras con tus bellísimos ojos, me secas las lágrimas y la lluvia de la cara, y tu mirada me hace sentir calidez, ternura y la nostalgia de lo imposible.
Mi sueño acaba ahí, en tu mirada, en tus manos.
Te he esperado, has llegado y nada más puede pasar, en mi sueño.

martes, 4 de mayo de 2010

No sé nada de mí.
Hasta tal punto llega mi desconocimiento de mi propio ser que mi tamaño, brillo, belleza, valor e incluso inteligencia dependen de tu mirada.

martes, 27 de abril de 2010

Especialmente en abril Joan Manuel Serrat
Especialmente en abril se echa a la calle la vida. Cicatrizan las heridas y al corazón, como al sol, se le alegra la mirada y se abre paso entre las nubes. Al paisaje se le suben los colores a la cara. Y apetece ir donde cubre a nadar contra corriente. En abril especialmente –en Buenos Aires, octubre –. Se ruega al señor «fulano de tal» –dice la voz de la conciencia malherida– que haga el favor de personarse urgentemente en la salida. Que el día más insospechado y de cualquier manera, en el lugar más imprevisto se puede aparecer la primavera. Especialmente en abril la razón se indisciplina y como una serpentina se enmaraña por ahí. Van buscando los rincones, sofocadas, las parejas. Hacen planes y se dejan llevar por las emociones. Sin atender, imprudentes, el consejo de Neruda: «que las nieves son más crudas en abril, especialmente». Se ruega al señor «fulano de tal» –dice la voz de la conciencia malherida– que haga el favor de personarse urgentemente en la salida. Que el día más insospechado y de cualquier manera, en el lugar más imprevisto se puede aparecer la primavera. Especialmente en abril...
Precisamente en abril, la persona que unos dieciséis años después se convertiría en mí conoció por primera vez a su padre. Cuando volvió a casa, escuchó esta canción y lloró. Ella pensaba que sus lágrimas eran de felicidad. Yo creo que eran de dolor.

viernes, 23 de abril de 2010

No puedo llenar el vacío de nadie.
Nadie puede llenar mi propio vacío.

sábado, 17 de abril de 2010

Sé que no cambiará mi pensamiento por el simple paso del tiempo.
Me aferro terca a mi inocencia, a la limpieza de mi mirada. No desaparecerán de mí. Me pertenecen. A pesar del miedo. A pesar de la grisura.
Si algo tengo, es la capacidad de apreciar la belleza. No voy a dejar de descubrirla.

Cuando alguien me alecciona, con superioridad, con amargura, sobre lo inevitable de la mediocridad; cuando me dicen con condescencencia ya cambiarás de opinión dentro de unos años, ya verás las cosas como realmente son cuando seas capaz de crecer, ya pondrás los pies en la tierra cuando la vida te obligue a ello; cuando auguran la desaparición de la grandeza, percibo la envidia, la rabia, el resquemor. No lo saben, pero es su herida quien habla. Han dejado de ver en color, de apreciar los matices, e intentan desesperadamente reclutar adeptos del blanco y negro, para que nadie pueda nunca volver a recordarles que se rindieron.

miércoles, 14 de abril de 2010

Llevo toda mi vida justificando algo injustificable

martes, 13 de abril de 2010

A pesar de haber coqueteado con más de un credo en toda mi vida -no tiene sentido negarlo, llegué muy lejos en alguna ocasión-, no creo en ningún dios, ni en infiernos o paraísos, ni en otras vidas que no sean esta, la mía, la tuya, la que transcurre hoy y desembocará irremediablemente en la muerte, en el vacío. Pero sí, tengo fe en algo -tampoco puedo negarlo, soy humana-. Mi única creencia constante, profunda, instintiva, diría que incluso visceral, es en el ser humano. Creo firmemente en la ilimitada capacidad del hombre para absolutamente todo. Creo sin ninguna duda que no hay nada que el hombre no pueda conseguir, que no hay excelencia que cada uno de los seres humanos no pueda alcanzar. Pero -siempre hay un pero, es inevitable- mi fe, como todas, es completamente ciega, irracional e incomprensible. Sí, puedo aportar pruebas, razones, algunas tan ínfimas como el arte y otras grandiosas, como una sonrisa desconocida, pero siempre serán equiparables a las evidencias en contra, que me niego a mencionar aquí -en los credos nunca ha habido democracia, ni objetividad, ¿por qué iba el mío a ser una excepción?-. Así que aquí estoy, como tantos otros, creyendo en algo que lo mismo es verdad o igual es una burda patraña.
Y toda esta confesión tan sólo para admitir que el ser humano cada vez me pone más difícil conservar mi fe.

domingo, 11 de abril de 2010

Ofrecimiento
Vicente Gallego

Aquí estás otra vez, Amor,
visita siempre inesperada,
endemoniado ángel de mís días;
aquí llegas de nuevo con tus alas traidoras
por cuyo torvo filo abandonan los hombres
su fe y sus pertenencias.

Funda tu extraño infierno irresistible
en el centro arrasado de mi casa,
y rompe el corazón de los que amo
mientras yo quemo incienso ante tu imagen.

Una vez más quisiera convertirme
en tu obediente siervo, y por lograrlo
me someto a tu imperio en cuerpo y alma.
Pídeme, si te place,
las más indignas pruebas, y contempla
cómo entierro con cal mi libertad,
cómo doy a los perros mis deberes.

Aquí tienes el mundo
que a mi medida alcé para pedirle amparo,
arráncame de él
y clávame en la cruz de tu capricho,
porque alcanzo a saber que no habré de gozarte
si no logro entregar, postrado, mi gobierno.

Caer quiero en tu tierra por merecer el yugo
de quien me hace sentir, mi voluntad quebrando,
el aliento más hondo del dolor,
que es el más hondo aliento de la vida.

Porque sé que no eres generoso,
ni constante, ni noble,
porque conozco bien, Amor,
tus bárbaras costumbres,
la ordalía insensata a que me emplazas,
te maldigo y te ofrezco, una vez más,
mi entusiasmo salvaje, mi voluntad rendida.

Siempre he pensado que, si yo hubiera escrito este poema, habría sustituido "Amor" por "Deseo", pero seguramente es porque, incluso en contra de mi voluntad, soy una romántica.

viernes, 9 de abril de 2010

La nostalgia más sabrosa es la de lo no vivido, pues es en parte nostalgia y en parte posibilidad.

martes, 6 de abril de 2010

Mi gato, por este orden, duerme, come, ronronea, juega y maúlla.
Mi gato nunca sale de casa y, cuando se escapa, sólo llega al descansillo del vecino.
Una de dos, o mi gato es feliz, o está bien jodido.

lunes, 5 de abril de 2010

Mujer, en tus labios entreabiertos
la lengua del amor pasea a sus anchas
En tus dientes afilados
mueren cada día la rabia y la soledad
En tu boca sensual
la masculinidad penetra
y se hace por fin masculina
Tu lengua, mujer
tiene el poder de callar
de lamer, de susurrar
de besar, de morder
de gritar
Tu boca se abre
y quisieras que la belleza espiral
entrase rauda a poblarla
Tu boca se cierra
y, aunque no quieras
dentro todo se quiebra
y fuera
fuera el mundo espera contenido
poder palpar de nuevo tu saliva

domingo, 28 de marzo de 2010

Entre el dolor y la nada, elegí el dolor
Nacho Vegas

El placer y el vacío están conectados. Su esencia es la misma. Pero el dolor es siempre pleno, está repleto, no deja lugar a nada más. Paliarlo con placer es fácil, pero transitorio, porque el vacío es etéreo, fugaz. Es su intensidad la que lo hace, al placer, al vacío, imposible de mantener. Es instantáneo, mientras que el dolor es continuo, duradero, permanente.

viernes, 19 de marzo de 2010

Hasta la alegría que produce la presencia del hombre a quien se ama se siente mejor a solas. Si la presencia de él fuera continua, sólo estaría presente en su constante transcurrir. Detenerla sólo es posible en los ratos de soledad.
Milan Kundera, El libro de los amores ridículos

sábado, 13 de marzo de 2010

Ya nunca uso rímel. A ver si así, sin el inconveniente de que se me corra, aprendo a llorar de una vez.

martes, 9 de marzo de 2010

Ahora sé quién soy
Soy todo y soy nada
Soy la tierra, roja, entera
Soy el aire, azul, vacío
Soy el fuego, negro, destructor
Pero no soy el agua
No sé por qué, no soy el agua,
blanca, creadora
Soy todos los que estuvieron antes que yo
y soy todos los que vendrán después
Soy la sangre que corre por mis venas,
por las de todos ellos
Soy la sangre que ha recorrido millas,
miriámetros,
años luz,
antes de navegar por mis venas
Soy la sangre
que se derramará
cuando el mundo decida que hay que empezar de nuevo
Soy piel,
soy carne,
soy huesos,
soy heces y fluidos
Soy sonido
Soy la música de las esferas
Soy imagen, cine, televisión
Soy una golondrina de palabras
Mis plumas configuran mi mirada,
cada uno de mis pasos
En la escalera que desciende
directa hacia el abismo
construida con todas
absolutamente todas
las palabras
escritas o imaginadas
por cada uno de los poetas
que han existido y existirán,
soy los peldaños infinitos
Ahora sé quién soy
Soy poesía