lunes, 12 de diciembre de 2016

Ya que no sé componerla
voy a conseguir que la música
brote de las propias palabras
espontánea como la risa

Música que nos mantiene unidos
Risa que nos salva


jueves, 24 de noviembre de 2016

Tú y yo
que no somos nosotros
y nunca lo hemos sido
derrochamos tal ternura, tal delicadeza
al mirarnos a los ojos
que iluminamos ciudades
Tú y yo
que nunca hemos tenido descendencia
que ni siquiera hemos convivido
pasamos las mañanas durmiendo
y las noches enredados follando y conversando
Tú y yo
que no nos conocemos
que casi ni nos hemos tocado
esparcimos nuestra lujuria
por cada rincón del mundo
Tú y yo
que no existimos
nos amamos


viernes, 18 de noviembre de 2016

En mi mundo de contrastes
me desprecio y me admiro al mismo tiempo
He perdido la habilidad de utilizar un lápiz
y, sin embargo, escribir es lo único que me permite respirar
Amo y odio por igual mis elecciones
mi constancia
mi cobardía
mi autodestrucción
Mi termostato emocional funciona errante
dando calor e intensidad a lo irreal
Sé que bulle algo bajo la superficie
y, al tiempo que lo amo y lo atesoro, lo escondo
Levito sobre mis días, inerte
Deseo que la noche dure más horas
pasar más tiempo con mi envés
Me busco en el diccionario
allí donde sé que no voy a encontrarme
mientras ardo en deseos de localizar mi núcleo
el lugar donde nacen los contrastes
en el que el hielo se funde en lágrimas de sangre
y las heridas se abren, por fin, para secarse al sol
¿Cómo vivir sin luz? ¿Cómo sobrevivir sin esperanza?
Aún más: ¿cómo existir sin dolor, sin lucidez?
¿Cómo completarme sin rasgarme, sin negar un pedazo?
¿Cómo no romperme al crecer, al renacer?


lunes, 31 de octubre de 2016

Volver a ser una niña
querer esconderme, huir
cargar sobre mí el mundo
Sentir tristeza
de la clase más pura y sencilla
que impregna el aire como bruma
Estar perdida
con necesidad de guía, de rumbo
sin propósito, sin ímpetu
Soportar el sufrimiento ajeno
transportarlo, acunarlo, alimentarlo
tratar de aliviarlo
Mirar sin ver
presenciar sin estar
doler sin llorar


martes, 18 de octubre de 2016

He soñado que me curabas las heridas
repartidas por todo mi cuerpo
Me bañabas con cuidado, con ternura
y una a una las recorrías
para sanarme
Las lágrimas no paraban de caer por mis mejillas
y las tuyas

He soñado con dolor,
con violencia
De ellos surgían oportunidades
Aunque yo no salía indemne
Siempre las heridas en mi cuerpo

Me estremezco solo con recordarlo

Y a la luz del día,
gris, mundana,
la lluvia otoñal trae dolores esperables
que me entumecen
Mi cuerpo ileso
inmóvil
desaprovechado

viernes, 12 de agosto de 2016

He querido escribir en estos días
de tantas cosas
De escapar, principalmente
De sexo también
Y de gritos, rencores, dolor
De antiguas heridas
que se abren con ruido
con fuerza
Heridas profundas, familiares
que sorprendentemente
se curan
sacando la rabia
He querido escribir
sin saber cómo
de un hombre
que no merece tal nombre
a quien por fin
he perdido el miedo
Y de lo de siempre
cómo no
De deseos
De amor
De soledad
De la primavera
aunque sea con retraso


miércoles, 20 de julio de 2016

Yo soy el centro de nuestras vidas
un instrumento imprescindible
―más peso que privilegio―
Madre siempre lo ha dicho
que la mujer es el corazón de la familia
El hogar en el hogar
Yo la contradecía
y ahora...

Alrededor de mí orbitáis
todos vosotros
Me necesitáis tanto
y a tantos niveles
que nunca ceso
nunca me recojo

Esto es otra clase de amor
grande, telúrico, invencible
Se expande con ramas y raíces
que se enredan en mis brazos y mis pies
Me atrapan, tiran de mí
Me cuesta caminar, moverme

Pesa
todo pesa

Impotente
siento crecer la amargura
Esa que he visto tantas veces
en otras tantas mujeres
atrapadas, cercadas, ocupadas
en todo menos en ellas


viernes, 1 de julio de 2016

Con arena en los ojos
subo la música
y conduzco hacia casa
Con sueño,
con euforia,
sin prisa
y con restos de enfado y de culpa
Dejo atrás el cielo nocturno
de Madrid en verano
preñado de luz
Lo extraño
La mirada puesta en la carretera,
camino del frescor de la noche
Me ha sabido a poco
Cuando llega el verano
todo se hace insuficiente
Y nombro, recito, compongo
Siempre estoy escribiendo,
salvo cuando trabajo
y cuando me siento a escribir
Veo poesía en todas partes:
en las líneas de la carretera,
en el aire que agita mi pelo
a través de la ventanilla,
en las posibilidades de las que me alejo,
en el hogar al que vuelvo,
en el dolor
y el placer
y la inquietud,
en la culpa
y en el deseo
La veo, la poesía,
y la creo
Tejo palabras
que conjugan las sensaciones
que intentan expresar mis contradicciones
que sacan a la luz las oscuridades
¡Qué pena ―pienso,
mientras temo quedarme dormida antes de llegar
y juego con la idea de qué sería del mundo sin mí―
que siempre se desvanezca tanta belleza!
¡Qué pena que al sentarme a escribir
toda esa poesía desaparezca
y queden solo palabras!

Quizás debería viajar con una grabadora

miércoles, 20 de enero de 2016

Hijos

Tener hijos ha sido un tema conflictivo para mí. Nunca he tenido muchas ganas, ni he sentido la llamada de la naturaleza, el dichoso reloj biológico. Sigo pensando ―después de haber sido madre― que nadie deja de estar completo por no convertirse en progenitor. Ese tipo de pensamiento me parece una sandez. Por supuesto que quien no sea padre o madre se perderá algo, pero yo, que soy madre, me perderé probablemente montones de experiencias más que quien no lo sea. Se trata únicamente de elegir qué perderse y qué experimentar.

Del embarazo no voy a hablar. Solo diré que, en mi caso, no hubo magia ―más allá de la puramente biológica, que ya es alucinante―, aunque sí hubo un casi traumático y masivo cambio en mi cuerpo, cuyas secuelas todavía, dos años después, colean.

Lo primero que me sorprendió fue el amor. Puede parecer un tópico, pero es real: cuando, después de 24 horas de parto, me pusieron encima al renacuajo, lloré. Supongo que un poco del llanto era de agotamiento, y otra parte sería alivio por haber terminado ya, pero una gran parte era puro amor. Un amor que no había experimentado nunca, extrañísimo y abrumador, hacia un completo desconocido.

Después, se produjo un seísmo en mi vida de tales proporciones que sentía que ya no existía esa vida, que estaba arrasada y rota. Y era verdad. Agotamiento, hormonas, falta de sueño, crisis personal y de pareja, un cuerpo irreconocible, nada de tiempo y ocupaciones ajenas y nada apetecibles. Aunque parece fácil empatizar con ello, solo se conoce la magnitud de la brecha, del cambio, si se ha vivido. No es tener la vida patas arriba, es que esa vida tan querida, que con tanto esfuerzo se ha construido, ya no existe, ni va a volver. Jamás.

Poco a poco, en mi caso a partir del año de vida de mi hijo, la situación se va estabilizando. Se recuperan minúsculas parcelas de una misma que van dando a la vida una cierta apariencia de lo que era. Y cada vez hay más amor, mucho amor, un amor que hace que todo el desastre circundante merezca la pena. Pienso que quizás es ese amor lo que hace que muchos padres se lancen sin pensarlo dos veces a recomendar e incluso presionar a los demás para que se animen a tener hijos, porque el amor ciega.

Casi todos los días experimento momentos dulcísimos ―risas, besos, primeras palabras, descubrimientos―, que con el tiempo cada vez abundan más, pero también mucho cansancio, prisas, obligaciones, trabajo... y poco ocio, poco tiempo para mí misma. No hay equilibrio.

Y aquí estoy, hoy, con un niño de dos años maravilloso que depende por completo de su padre y de mí. Bregando con los quehaceres del día a día, pero también con las expectativas ―las mías y las de los demás―, las proyecciones, las culpas... He perdido un mundo de posibilidades que ya no averiguaré si podría haber aprovechado, pero a cambio he ganado algo que no esperaba en absoluto, algo que se parece peligrosamente a la felicidad: resulta que los niños no vienen con un pan debajo del brazo, sino que traen algo mucho mejor, esperanza.

Sí, esperanza. En este mundo que todos los días parece que se va a la mierda, herido de muerte por la peor parte de la naturaleza humana, miro a mi hijo y le siento limpio, inocente, feliz, repleto de posibilidades. Su existencia me ha devuelto la fe. Eso sí que hace que merezca la pena.