viernes, 1 de julio de 2016

Con arena en los ojos
subo la música
y conduzco hacia casa
Con sueño,
con euforia,
sin prisa
y con restos de enfado y de culpa
Dejo atrás el cielo nocturno
de Madrid en verano
preñado de luz
Lo extraño
La mirada puesta en la carretera,
camino del frescor de la noche
Me ha sabido a poco
Cuando llega el verano
todo se hace insuficiente
Y nombro, recito, compongo
Siempre estoy escribiendo,
salvo cuando trabajo
y cuando me siento a escribir
Veo poesía en todas partes:
en las líneas de la carretera,
en el aire que agita mi pelo
a través de la ventanilla,
en las posibilidades de las que me alejo,
en el hogar al que vuelvo,
en el dolor
y el placer
y la inquietud,
en la culpa
y en el deseo
La veo, la poesía,
y la creo
Tejo palabras
que conjugan las sensaciones
que intentan expresar mis contradicciones
que sacan a la luz las oscuridades
¡Qué pena ―pienso,
mientras temo quedarme dormida antes de llegar
y juego con la idea de qué sería del mundo sin mí―
que siempre se desvanezca tanta belleza!
¡Qué pena que al sentarme a escribir
toda esa poesía desaparezca
y queden solo palabras!

Quizás debería viajar con una grabadora

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