miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mis ojos cambian de color.
Normalmente visten un color pardo, otoñal, el ocre que tiñe los troncos de los árboles.
Pero cuando el agua salada los roza, cuando lloran -a veces basta sólo con que miren al mar- se tornan del color de un brote tierno de nogal, de la sabrosa aceituna, del ficticio verde de la laurisilva.
Me pregunto si se transformarán también al mirarte.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Un día de estos voy a tener que desnudar algo más que historia, pensamientos y emociones.
¿Una imagen vale más que mil palabras?
El día menos pensado voy a desnudar mi cuerpo. Y ese será el día más sincero de toda mi vida.
Puede que abandone antes,
puede que no.
Todo mi cuerpo soy yo: los surcos de mis pantorrillas, el lunar en forma de corazón bajo la clavícula, la piel como de elefante de mis talones, el incontable número de líneas que surcan las palmas de mis manos...
También lo amo y lo detesto a partes iguales, como a todo lo demás.
Pero quizás si lo descubro, si tú lo miras, entenderás algo más. O haré acopio de una pizca de valentía.
Da igual: tanto si entiendes, como si yo llego a ser capaz de mirarlo con compasión y deseo, lograré fundirme con mi carne. Recomponerme. Alcanzar la unidad.