viernes, 19 de marzo de 2010

Hasta la alegría que produce la presencia del hombre a quien se ama se siente mejor a solas. Si la presencia de él fuera continua, sólo estaría presente en su constante transcurrir. Detenerla sólo es posible en los ratos de soledad.
Milan Kundera, El libro de los amores ridículos

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