sábado, 17 de abril de 2010

Sé que no cambiará mi pensamiento por el simple paso del tiempo.
Me aferro terca a mi inocencia, a la limpieza de mi mirada. No desaparecerán de mí. Me pertenecen. A pesar del miedo. A pesar de la grisura.
Si algo tengo, es la capacidad de apreciar la belleza. No voy a dejar de descubrirla.

Cuando alguien me alecciona, con superioridad, con amargura, sobre lo inevitable de la mediocridad; cuando me dicen con condescencencia ya cambiarás de opinión dentro de unos años, ya verás las cosas como realmente son cuando seas capaz de crecer, ya pondrás los pies en la tierra cuando la vida te obligue a ello; cuando auguran la desaparición de la grandeza, percibo la envidia, la rabia, el resquemor. No lo saben, pero es su herida quien habla. Han dejado de ver en color, de apreciar los matices, e intentan desesperadamente reclutar adeptos del blanco y negro, para que nadie pueda nunca volver a recordarles que se rindieron.

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