sábado, 16 de abril de 2011

Y tanto miedo, y tantas ganas.
Y tanta inspiración perdida, sin origen ni futuro.
Cómo me gustaría que no me importara si soy gorda o flaca, hija o madre, ciega o vidente, sabia o ignorante. Que no me importara si te gusto o no.
Me queda tanto por leer y leo tanta mierda, que en ocasiones siento cómo mis días se mueren sintiéndose desperdiciados.
Pero lo que de verdad me queda tanto por, y a toneladas, es vivir.
Y me empecino, me obceco, me empeño en toparme contra los putos tópicos, los puñeteros moldes que alguien construyó para mí siglos atrás.
Y sueño, sueño sin parar. Dormida, despierta o sonámbula, sueño con que vivo.
Y escribo, mucho, constantemente, y me jode no escribir bien.
Y alguna vez, algún día, entre el aburrimiento, la rutina, el salir y el entrar, el dolor, la pérdida, la decepción, los lastres y el pavor, resulta que hay un amigo, un beso, un poema, unos acordes, un rayo de sol, un atisbo de la belleza.
Y bueno, pues lo vivo.
Y ya está.

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